Zapatitos de la Virgen
Sarcocapnos enneaphylla = Fumaria enneaphylla
Los Zapatitos de la Virgen (Sarcocapnos enneaphylla = Fumaria enneaphylla) es una pequeña planta que crea auténticos “minijardines” verticales anclados a paredes y muros calizos. Se trata una vivaz o anual, de porte almohadillado (pulviniforme), con tallos herbáceos flexibles de unos 15 cm con base leñosa (caméfito). Es una plata autóctona, originaria del centro y sur de la península ibérica y del norte de África.
Sus hojas son de color verde azulado (glauco), algo carnosas, pudiendo ser pelosas, con un peciolo largo, divididas (hojas compuestas) en dos o tres grupos de 3 foliolos (enneaphylla significa 9 hojas) redondeados o acorazonados (aunque su número puede variar entre 7 y 18 foliolos), que pueden recordarnos a una oreja de ratón, por lo que también recibe ese nombre.
Muchos de sus nombres comunes hacen referencia al pequeño tamaño, forma y belleza de sus flores como: zapatitos, zapaticos, zapatillas, albaques del Señor, de la reina, de la Virgen o del Niño Jesús. Se trata de pequeñas flores blancas o rosadas (Sarcocapnos = Flores de carne en referencia al color rosado), de aproximadamente 1 cm, con la parte central amarilla o anaranjada, que presentan un solo plano de simetría (zigomorfas) y que aparecen agrupadas en pequeños racimos (corimbos). Florece desde febrero a octubre, aunque lo más común es que lo haga durante la primavera.
La encontramos anclada a fisuras y grietas (casmófita) de paredes rocosas, extraplomos y entradas a cuevas de naturaleza caliza tanto naturales como muros artificiales, principalmente orientadas en umbría, aunque con cierta termicidad. Depende en gran medida de los nutrientes arrastrados por el agua que escurre a través de la pared, requiriendo medios ricos en nitrógeno (nitrófila), por lo que tras largos periodos de sequía pueden sufrir déficits hídricos y de nutrientes.
Una de las peculiaridades de esta planta es que emplea una estrategia de dispersión denominada geocarpia, por el cual dobla los tallos con fruto hacia el interior de las grietas próximas en la pared, sembrando sus propias semillas. Esta estrategia asegura a su descendencia un lugar favorable para su germinación, sin depender para ello de la ayuda del viento (anemocoria) u otros organismos (zoocoria) para dispersarse. Sin lugar a duda este comportamiento resulta muy ventajoso cuando el ambiente propicio para el reproducción resulta tan específico y localizado como las grietas de la pared.
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